¿Y mi lector?


Quizá, de todos los medios, el blog sea aquel que mejor permita una conexión con el lector, pues no se desgasta con reacciones entre pequeñas publicaciones en Facebook que pronto serán olvidadas, aunque tampoco escapa a la ambición de las estadísticas: ¡números, números por doquier! Pero, hoy día todo es así, una incesante lucha por conseguir la atención de esa masa informe a la que perseguimos pero que, en el fondo, ni siquiera podemos conocer, me refiero a ese querido público. Si bien, encontramos mejores maneras de acercarnos y derribar al inacabado público gracias a la mensajería instantánea, lo cierto es que a veces, se vuelve imposible dar respuesta a todas las solicitudes recibidas, luego, lejos de dar una buena impresión, se genera el efecto contrario. Tal vez, si aún hoy fuera de uso común el redactar cartas, preferiría entablar conversaciones de este tipo con mis lectores, pero... difícilmente podrá ser así. En fin.

Todo aquel que se aventure a recorrer este pequeño mundo, todo aquel que pretenda llegar a hacerse con un pedazo de este enorme platillo que se cocina en las redes, —así le toquen simplemente migajas—, sabrá de antemano que sin ese público, no es nada. ¿Y quién es este público? Ah, esta cuestión tan gastada ya se ha considerado innumerables veces, de cualquier modo, no considero inoportuno pegar un vistazo a los escritos realizados por Rost y Wolff en La Sociedad de los Imposibles, escritos que causan risas y enfados según el que lo lea y el bando al que pertenezca.

Pero, pasemos de esto y asumamos lo necesario que es contar con el público. Preguntémonos: ¿Teniendo al público a nuestro favor, es decir, ganada su atención, realmente lograremos todo lo que esperábamos?

Hace un par de días, discutía cuestiones así con algunos colegas. Porque sí, en ocasiones suelen darse reuniones de lo más pintorescas, donde podemos encontrar poetas, escritores, músicos y demás talentos brindando por todo aquello que uno pueda brindar en tanto quede vino suficiente para beber. El circulo de poetas —en ocasiones circo— es un espectáculo digno de presenciar, el arte se desborda, la inspiración se hace presente entre diálogos que nadie recordará al día siguiente: Es el momento en donde realmente se vive la poesía, es la máxima expresión del furor poético. Aunque eso sí, todo muere en el momento donde acude a alguno de los asistentes la brillante idea de exponer sus trabajos, porque la dinámica poética queda estancada entre las mundanas pretensiones de exhibir talento entre más talentos, lo cual, aunado a la ebriedad, se convierte en un acto de mal gusto.

Entre nuestra discusión, reflexionábamos sobre lo complicado que puede resultar llegar a destacar en un mundo donde hace falta más que talento para ser reconocido. Y hablábamos también de la traición que supondría aquello tan conocido por otros como venderse.

Con tal de llegar lejos, ¿sería capaz de venderme y buscar la manera precisa para tener siempre satisfecho a un público que quizá, de un modo superficial, ha llegado a creer que se siente identificado conmigo pero que yo, en modo alguno siento una conexión hacia ellos?


Yo lo único que quería era escribir...

¿Con ello daba por hecho que también quería ser leído? Y de ser así, ¿quién estaría dispuesto a leerme?


¡Un lector, un lector! —Lo que diera yo por un verdadero lector.

Tal vez, del mismo modo ellos imploren desde su perspectiva:

¡Un autor, un autor! —Lo que diera yo por un verdadero autor.

Prowls.

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